27/5/08

El bendito placer de leer


Con la lectura pasa algo parecido a lo que nos ocurre con el amor, con los amigos entrañables y a lo que también sentimos con algunos objetos, lugares y recuerdos que nos acompañan a lo largo de toda la vida.

Esos que van cambiando con nosotros, que se van transformando y adquiriendo nuevos significados, pero que permanecen.

Porque la lectura estuvo siempre. Cuando eramos muy pequeños a través de las canciones de cuna, una de las primeras formas de comunicación, con la palabra.

Un poco después llegaron las rimas, los cuentos para ir a dormir, las adivinanzas, los trabalenguas, las rondas. Pero siempre las palabras, las palabras mediadoras entre las emociones y la necesidad de acompañamiento, de comunicación, de transmitir "esas cosas" que van mas allá de las palabras.

Todo lector tiene derechos imprescindibles que deben ser respetados, el primero de ellos es “no leer”: nadie debe ser obligado a leer si no le apetece. También tiene derecho a leer en voz alta, a saltarse páginas, a no terminar un libro, a leer cualquier cosa y en cualquier parte, a picotear, al “bovarismo” y a callar

Hoy mas que nunca, ante este nuevo mandato socio-cultural del estrés y el exitismo, del consumo desenfrenado y el zapping que busca la anulación del espacio para pensar en uno mismo, la lectura placentera adquiere un valor terapéutico para el ser humano al promover un espacio de conexión interna.

LA FRASE: "En Guatemala, con tanto analfabetismo, resulta irónico que los que saben leer no quieren y los que quieren leer no saben"

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